Aquél elegante gallo, de la tierra muy adentro, mueve alas, saca pecho, como buen puertorriqueño, y comenzó muy temprano su labor encomendada por el gran sabio Creador: ¡Despertar a los boricuas de su letargo, su sueño! Y con voz fuerte y grave, lanza su primer cantío ¡Que sube por la montaña y se riega por el llano!
Y el coquí, asustado, entre las rocas mojadas, furioso grita al gallo: “¡Calla gallo, presumido! así ya no puedo dormir! ¡Vete lejos de estos lares! Yo canté toda la noche, como coquí, borincano; Oye gallo, engreído, el sueño, me vas quitando.”
El gallo lo mira fijo, afila pico en tierra, y le dice muy bravío: “Ey, amigo, hoy te digo, que a ambos, nos hizo Dios, tú, para cantar de noche, con tu suave melodía, acaricias tantos sueños de los niños y las niñas, de los jóvenes y viejos.
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Y yo, cantaré de día para despertar las vidas, y comiencen su jornada, con humor, alegría. ”
El coquí, que muy atento, en la rama, escuchaba; mira al gallo avergonzado y así, expresa su perdón: “¡Oh, compañero de canto, como sabio, has hablado! ¡Tienes tú toda la razón. Dios, a toda la humanidad quiere darle una lección: Se respeten, se toleren, pues a cada cual, Él le dio una hermosa habilidad, y grande, admirable don. Unos lo usan de día, donde hay sol, algarabía; otros, en las noches frías, donde hay negras tristezas, silencios, melancolías… ¡Para que alegren las vidas! Usemos muy sabiamente, aquello que nos regaló, sin envidias, ni rencores. Con mucho amor y paciencia, unamos fuerte las manos; ¡Seas gallo y yo, coquí, sirvamos alegres a Dios! Usemos melodía y don, sin mirar las diferencias; por montañas o por llanos, ¡Todos, seremos hermanos! ”
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